La reciente disputa entre los vendedores ambulantes y la alcaldía ha generado una gran polémica, puesto que el plan del alcalde mayor de recuperar el espacio público implica acabar con los vendedores ambulantes y lo que que plantea generaría más problemas que soluciones.
Aunque en el 2003 la sentencia T-772 dictada por la Corte Institucional a raíz de una tutela legalizó esta ocupación, donde se argumentaba que "el trabajo dignifica, llena de propósito y provee dinero" y además que trabajar prima sobre el transitar por la calle; el alcalde Enrique Peñalosa decidió arremeter contra ellos y ofrecer soluciones disfuncionales.
Lo que propone el alcalde es brindarles locales fijos pero estos se niegan por obvias razones ya que siempre son lugares escondidos con poco transito donde no generarían venta alguna; y es que su esencia se encuentra en ofrecerles a los transeúntes una compra rápida y fácil. A los que no aceptan y siguen vendiendo en las calles son movidos e incluso pueden llegar a ser arrestados y sus chazas decomisadas tal cual criminales, acto que atenta contra su integridad y dignidad.Además los estéticos puestos metálicos fijos que vemos usualmente en el centro no suplirían jamás la demanda de vendedores; pero no es esto una razón para acabarlos de tal manera.
Un artículo de Vice Colombia a través de un periodista que se da a la tarea de ser vendedor ambulante explica cómo es esta vida, se da cuenta que pueden llegar a ganar hasta 3 y 4 salarios mínimos, no tienen que cumplir horarios y por supuesto son móviles, por que puede llegar a ser un trabajo benéfico aunque claro, allí hay una problemátia.
Es cierto que hay demasiada oferta de de vendedores, no es un empleo formal y pueden llegar a deteriorar la estética de la ciudad, pero lo que propone la alcaldía es reprimirlos, generar violencia, odio y desempleo; la solución no se halla en simplemente quitarlos de las calles si no en atacar el problema de raíz que es la desigualdad y falta de educación.